martes, 14 de enero de 2014

LAS MARCAS SON PURA FANTASÍA


Los seres humanos tenemos sentimientos y la función primordial del aparato sentimental es vincularnos con los objetos que precisamos para vivir y sobre vivir. El caso es que, en muchas ocasiones, el aparato sentimental nos vincula con los objetos que precisamos, pero, a través de las marcas. ¿Cómo sucede este fenómeno? para relacionarse con las marcas, el consumidor aplica dos procesos, uno cognitivo, donde necesita conocer las opciones existentes, y otro desiderativo donde necesita desear entre las opciones que conoce. Cuando una persona elige se entrevé una relación afectiva preferencial detonada por lo que la marca representa, más que, por lo que ella es.
Para que una persona se aproxime y elija una marca, necesita tener información previa de ella, requiere tener alimentada la memoria asociativa, que le nutre de un mapa mental que funciona a manera de asociación de ideas. Así una marca está obligada a investigar y a conocer rigurosamente a su mercado, por la sencilla razón de que debe lograr que la persona se identifique a través de lo que percibe de la marca, pues generalmente, un consumidor percibe de la realidad comercial sólo aquello que le interesa. Esto significa que el mercado se aproxima a la realidad de las marcas con una teoría previa sobre ellas, construida más en la connotación (lo que se dice o se cree de ellas) que en la denotación (lo que en realidad son). Así un consumidor sale al encuentro con las marcas <creyendo que> algunas le gustarán y otras no.
La vinculación afectiva que la persona establece con los productos o servicios, no se establece directamente con los objetos de las marcas (con lo que denotan o son) sino con las imágenes que el sujeto se ha (o le han) construido de las marcas a través de la mercadotecnia, así la imagen o lo que el mercado alcanza a imaginar de una marca pertenece más al mundo de la ilusión que al de la realidad, entonces, la vinculación afectiva se establece en lo que la marca connota o predica de ella misma. De esta forma las marcas adquieren lealtad o rechazo no por lo que en realidad son, sino por lo que el individuo se ha construido en la mente y bajo este mecanismo la marca se vuelve una parte de él, le pertenece al menos a manera de fantasía y, las fantasías son parte del individuo y le pertenecen. La marca equivale a la fantasía que nos hemos construido sobre ella, y si esta experiencia además de fantasiosa es positiva, atractiva, emocionante o aspiracional, entonces el consumidor tratará de atraer hacia sí todos los objetos que pertenezcan a esa marca, porque habrá establecido una vinculación afectiva con ella. Las marcas por las que la persona siente algo dejan de ser indiferentes, así los sentimientos funcionan como instrumentos bajo los cuales el sujeto se interesa por la realidad y termina impregnando a las marcas con sus afectos y emociones, no al revés.

Obviamente nuestro aparato sentimental también construye vinculaciones aversivas que suponen el rechazo de la marca con sus objetos incluidos y, mediante la conducta, el individuo pretende apartarse del objeto o marca despreciada y mantenerlo alejado, porque su presencia, perturba el hábitat confortable, aunque el rechazo es otra poderosa forma de vincularse con las marcas. El universo de las marcas propone a las personas construir su realidad a través de un proceso doble que incluye marcas de aceptación y exclusión. Esta realidad entra en tensión cuando la persona no puede evitar marcas odiadas, por ser las que tiene a su alcance económico por ejemplo o cuando ama objetos de marcas que no puede poseer.

Jorge Torres